Todas las mañanas Antonio se levantaba de mal humor, pegaba un golpe al ruidoso despertador y tropezando con los muebles lograba llegar a su ducha diaria… Aseado, peinado, y desayunado, emprendía el camino hacia su lugar habitual de trabajo.
Coger el coche en Madrid es una absoluta locura. ¡Cuánto tiempo perdido¡, ¿dónde aparcar?, después de varias vueltas uno consigue un hueco inesperado y logra llegar a la puerta del bar donde los empleados esperan pacientemente que llegue su jefe.
Es la hora de los desayunos, momento en el que se conoce diversa gente muy variopinta: nos centraremos en un hombre que siempre está con su cuaderno sentado en una mesa, se pide su café y se tira horas y horas pensativo… De vez en cuando le vemos apuntar alguna frase en esas hojas impolutas. Quince minutos después llega la estudiante de ingeniería, Margarita y se sienta con el mencionado hombre: Hugo, un escritor reconocido pero falto de inspiración… Margarita tiene alquilada una habitación en la casa de campo de Hugo y siempre pasan juntos por el bar… Cada día el mismo ceremonial.
Marcos como cada día acude a la comisaría a volver a repasar sus notas, sus pruebas, sus casos. Está totalmente obsesionado con la justicia y muchos días muestra un rostro tristón, un rostro que echa de menos a sus amigos de Madrid, los almuerzos con los compañeros en el bar de Antonio... Marcos está esperando que lo vuelvan a destinar a Madrid pues ya ha acabado con el caso de Hondón de las Nieves, el cual le traía de cabeza.
Los días se suceden y las rutinas se suceden día tras día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario