lunes, 14 de diciembre de 2009

CONSTANZA V

CAPÍTULO 4
Pasaron las semanas y Constanza seguía fascinada por todo aquello que iba descubriendo.
Una tarde, a la salida de la escuela, se paró a pensar… Habían sido demasiadas emociones en muy poco tiempo sin saber qué decir o a quién acudir para encontrar una explicación coherente a todo lo vivido…

- ¿Cómo puede haber cambiado tanto el mundo?

- ¿Por qué no me han enseñado antes todo esto?

- ¿Habrán notado mi ausencia en el castillo? se preguntaba…

Aunque Constanza sabía que era inútil plantearse todas esas cuestiones, más de una vez había intentado pedirle ayuda a su hermano, pero sin éxito, nada más comenzar… las risas de Juan la interrumpían.

Por todo ello, decidió investigar acerca de su pasado, hasta averiguar quién era realmente y porqué en esa sociedad, habían desaparecido todos los valores y tradiciones propios de su época.

- ¡La biblioteca!, exclamó mientras veía la televisión… ¡Claro, esa es la solución!

Constanza creyó haber encontrado respuesta a sus problemas, por ello, se marchó sin tiempo que perder, necesitaba encontrar algo que le hiciese entender su presencia en lo que todos llamaban “presente”.

Al llegar, se dirigió al mostrador de información, en el cual, una señora mayor, le reclamó su atención:

-¿Qué deseas niña? Preguntó la señora con voz muy dulce

- Necesito información sobre los acontecimientos producidos desde el año 1300 en Valencia y la corona de Aragón... respondió la joven.

- La segunda estantería del tercer pasillo, contiene la información que buscas, concluyó la señora.

Al llegar, los ojos de Constanza quedaron asombrados tras recorrer cada uno de los estantes que aquel espacio contenía: Habían demasiados ejemplares para leer en un solo día, motivo por el cual, el descubrimiento de su pasado le llevaría varias semanas, sino meses… Por ello, cada viernes la protagonista devolvía los libros ya leídos y seleccionaba aquellos que podrían contener información relevante.

Tras varios recreos con la mirada perdida entre páginas y páginas de algunos libros, descubrió por fin, un hecho que cambió radicalmente su pasado: “… así fue como el rey de la corona de Aragón, Jaime II, entregó la mano de su hija Constanza al Infante D. Juan Manuel, tras un pacto de lealtad a la corona…, pero la cuestión no acababa ahí, sino que siguió leyendo hasta que más abajo repitió con voz temblorosa: “…cualquier príncipe que tuviera bienes preciados era un buen candidato para acordar estos matrimonios concertados…”.

Constanza se echó a llorar envuelta en un mar de lágrimas, su padre la había vendido por un par de tierras y un poco de riqueza, sin importarle ni tan siquiera si sería feliz con aquel infante o si lo llegaría a amar algún día.

Con todas las cosas nuevas que había descubierto en el nuevo mundo, la joven se sentía indecisa acerca del sentido que tendría su vida de ahora en adelante: ¿Regresaría a Villena para hacerse valer o tal vez seguiría disfrutando de aquella nueva vida donde se sentía respetada y valorada?

Planteado el dilema, la respuesta no se hizo esperar…

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