lunes, 14 de diciembre de 2009

CONSTANZA (IV)

“Esto es una auténtica locura. Pero,… ¿qué… qué está pasando? Mi futuro marido, ¿un niño de cinco años? ¡No puede ser! ... ¿Y esto que llevo puesto? ...”. Constanza no dejaba de preguntarse lo mismo una y otra vez, minuto tras minuto.

Y buena razón tenía para pensar de esta manera. Desde que puso los pies en el suelo, ese suelo tan frío pero, a la vez, tan… tan… tan… ¡suave!, el mundo que tenía ante sus ojos era tan… tan… tan… distinto al que ella siempre había conocido.

Pero, ella seguía dándole vueltas al tema.

“Alguien me ha echado un mal de ojo,… ¡Maldita mujer la de la plaza! ¡Maldita suerte la que hizo que le tirase su cesta de la compra! Ni siquiera Dante se atrevería a escribir una cosa así”.

- ¡Constanza!... ¡Constanza!... ¡CONSTANZA! – insistió Carolina, la nueva profesora de Historia.

- La muy… siempre está en las nubes – dijo Luis a Marcos, burlándose de ella.

Estos dos chicos se sentaban justo detrás de Constanza. A Luis le encantaba meterse con todos; cuantos más, mejor. O eso era lo que siempre pretendía: alabarse a sí mismo, y a sus actos.

“Estar en las… ¿nubes? ¡Imposible! Eso sólo pueden hacerlo los pájaros”, pensó. Sí, a Constanza le gustaba sentirse libre,… libre de todo, como un pájaro,… y, por supuesto, quería verse libre de este… ¿sueño?,… ¿realidad?...

Todos estos pensamientos iban apareciendo de repente en su mente, y todos al mismo tiempo. Pero, conforme iba escuchando las palabras de Carolina, todos ellos se iban desvaneciendo.

Estas palabras hablaban de libertad y de igualdad. Y aunque la profesora estuviera comparando la época medieval con la época actual (así lo llamaba la profesora), parecía que para Constanza eso no importaba.

La profesora les estaba hablando de igualdad, de que los hombres y las mujeres son iguales, son capaces de realizar los mismos proyectos, vivir de la misma manera, vestir, comer, conducir, estudiar,… y otras muchas cosas que mencionó la profesora.

A Constanza todo esto le hizo mella, se le quedó grabado. Tanto, tanto, que al llegar a casa, su hermano Juan ya estaba harto de tantas preguntas y de tantos comentarios que Constanza le había planteado:

- ¿Sabes, Juan? En clase de Historia, la profesora nos ha hablado de igualdad. Tú sabes lo que es, ¿verdad?… ¿NOO? ¡Ah!, pues yo te lo explico. Resulta que todos somos iguales: tú y yo, aquel hombre de verde que va barriendo el suelo y esas chicas que juegan con esa pelota. Y,… ¿sabes qué?, la clase de hoy, que era de Historia, me ha encantado porque todos somos iguales. Mira, tengo que hacer un trabajo que hable de la igualdad y la libertad. Esto último es más fácil, pienso yo, porque yo me siento mucho más libre desde esta mañana; así que esto es más fácil. ¿Cómo te sientes hoy tú?... Juan, ¿me estás escuchando? Esto es muy importante… Pues como te estaba diciendo,…

Sí, Juan estaba un poco mareado con el ímpetu y el afán que su hermana demostraba por esos temas. Sí, y también se le había pasado por la cabeza si su hermana venía de otra dimensión. Porque lo que estaba claro es que hoy se había levantado muy diferente a otros días.

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