miércoles, 30 de diciembre de 2009

El otro yo

ALTER EGO

Érase una vez una joven arquitecta que a sus 37 años de vida había conseguido todo lo que mucha gente deseaba. Por su esfuerzo y dedicación a su trabajo podía presumir de casas, dinero, coches, viajes, etc. Aparentemente parecía feliz; pero ella sabía que no quería que su vida quedara solo en cosas materiales, quería vivir y disfrutar de su vida, pero sentía que ya era demasiado tarde. Por ello cada noche al llegar a su preciosa mansión, salía a su enorme jardín y se sentaba junto a su hermoso rosal. No era un rosal como todos, tenía algo especial, era bello, con colores intensos que con solo mirarlo transmitía una sensación de paz, de amor, de alegría, tranquilidad...



Cada noche sentada en la oscuridad soñaba e imaginaba como sería su vida si le diera importancia a otros valores.
De repente, y como si de un cuento de monstruos y gigantes se tratara, un lagarto feo y enorme comenzó a destruir todo lo que la joven arquitecta había conseguido con tanto esfuerzo.
Ella solo sabia llorar y gritar en ese momento; definitivamente se había quedado sin nada. Tantos años sacrificándose, para que un pequeño imprevisto de su vida haga que todo lo que había planeado cambiase por completo.
Pero ella no se rindió, levantó la cabeza bien alta, y comenzó desde el principio, ahora sí creía que no era demasiado tarde. Aprendió que la vida esta llena de duros golpes, de los cuales hay que aprender, pero que nunca es demasiado tarde para hacer lo que uno desea y para disfrutar de su propia vida, que al final será lo que queda.
Unas gotas de agua comenzaron a cubrir el rostro de la joven arquitecta, despertó a causa de la lluvia; se había dormido junto al rosal en su jardín. Todo había sido un sueño, sus casas, sus coches...todo esta bien, nada parecía que hubiese cambiado.
Pero en el fondo sí había cambiado algo, ella misma.
Desde entonces, vendió todas sus propiedades las cuales no utilizaba, y con el dinero recaudado lo donó a diversos orfanatos y asociaciones.
Se compró una casita y un pequeño jardín en Cerdeña en el cual replantó su hermoso rosal y donde cada noche salía a seguir soñando.


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