sábado, 9 de enero de 2010

Una historia por contar. IV

Recorrieron todo el centro de Bruselas buscando alguna solución a la catástrofe que, según Ramón, se venía encima. Entraron en los consulados, ministerios, comisarías… hasta que, por fin, consiguieron que el primer ministro del país diera la voz de alarma ante esta posible desgracia.
Contactaron con la NASA. Pidieron que examinaran las posibilidades de llegada de meteoritos peligrosos a la superficie terrestre, pero esto les iba a llevar unas cuantas horas. Los ingenieros de la NASA estaban seguros de que no había peligro alguno, ya que dedican gran parte de su tiempo a estudiar estos aspectos, pero la insistencia de los diferentes ministros los puso en marcha. La noticia se extendió por medio mundo en cuestión de pocos minutos.
La gente empezaba a impacientarse ante la ausencia de respuesta por parte de la NASA. Por fin, dos horas antes del amanecer, la NASA emite un comunicado positivo. Afirman de la llegada de un meteorito a la Tierra en cuestión de horas y admiten su fallo al no haber detectado esta colisión con antelación.

Enseguida se ponen todos en marcha. Parece que la situación no tiene solución, todos tiemblan, se desesperan, comienzan las crisis de ansiedad, los mareos… Pero nadie debe darse por vencido.
Tras reunirse el Consejo General de la NASA, deciden enviar una decena de proyectiles contra el meteorito tratando de reducir su tamaño y poder salvar a la humanidad. El Consejo al completo aprueba la propuesta y la llevan a cabo en pocos minutos.

Se lanzan siete de los diez cohetes al mismo tiempo. Todos esperan con incertidumbre a que lleguen a colisionar con el meteorito. Los cohetes llegan a colisionar contra el meteorito, pero ninguno de ellos ha provocado daños significativos en el asteroide. Las esperanzas empiezan a abandonarse…

Inmediatamente lanzan los tres últimos cohetes. Más destructores, en teoría, que los anteriores. Si son efectivos, estarán todos salvados, si fallan…todo habrá acabado.

Al fin, los cohetes llegan con la suficiente potencia a la superficie del asteroide y consiguen desmontarlo en infinitos pedazos. La esperanza vuelve a los ingenieros, pero aun no ha pasado el peligro. Se emite un nuevo aviso, en él piden a la población que se resguarde en lugares seguros ya que van a llegar a la Tierra algunos fragmentos del meteorito.

Todos siguen las indicaciones oportunas. Los fragmentos llegan a la atmósfera terrestre con un tamaño considerable, pero terminan fundiéndose al contactar con esta y llegan a la superficie terrestre con un tamaño lo suficientemente pequeño como para no causar apenas daños en la población. Tan sólo destruyen algunas pequeñas construcciones y no llegan a causar muertos. Todo ha pasado.

Ramón suspira y se seca el sudor que le empapa la frente. Pablo, Pepe y Johnny todavía no dan crédito a lo que acaban de vivir. Enseguida todo el mundo se pone en contacto con los protagonistas de la alarma y agradecen su insistencia.

Al final, Pablo abraza a su primo Ramón, a la vez que le susurra al oído lo mucho que lo quiere y se ofrece a ayudarlo en todo lo que pueda. Ramón fue llamado por el primer ministro del país y empezó a trabajar en la agencia de seguridad estatal y pidió a Pablo que se quedara con él y con su madre en Bruselas para trabajar juntos. Pepe, después del gran susto, decide trasladarse a El Cairo donde pretendía ir desde el principio, quería dormir entre papiros, pirámides y faraones. Y Johnny, se replanteó vivir cerca del mar, su pasión, como antes, pero esta vez iba a ser diferente. Así Johnny acomodó un gran navío y zarpó cual pirata surcando los siete mares.

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