viernes, 8 de enero de 2010

JAZMINES NEGROS IV - FINAL

Marcos no podía creer lo que estaba ocurriendo, le parecía tan surrealista dicha situación… Su gran bagaje como profesional le de decía en su interior una y otra vez que lo que le contaba Hugo no era toda la verdad y se preguntaba ¿Cómo podía Hugo, que siempre fue un gran compañero, matar a sus amigos? Marcos estaba muy nervioso, desorientado, no sabía que hacer ni que decir pero aun así aparentaba calma ante Hugo, se había enfrentado ante muchas situaciones parecidas y supo estar a la altura.
Marcos intentó tranquilizar a Hugo diciéndole que no creía lo que estaba viendo, que no podía ser verdad que estuviera con una pistola en la mano,que no creía que había sido él el que había matado a Antonio ni mucho menos a Margarita por la que siempre había sentido un gran amor que nunca llegó a confesar ¿Qué está pasando, Hugo?

Hubo un frío silencio en el que Hugo le miró fijamente, Marcos pensó que iba a dispararle pero de repente Hugo se tiró al suelo llorando sin consuelo, lleno de rabia y de impotencia, llevándose las manos a la cabeza, maldiciéndose una y otra vez, cogió la pistola y se la puso a sí mismo en la sien diciéndole a Marcos que ya no podía más, que se sentía una basura, que él no había matado ni a Antonio ni a Margarita pero que tenía que acabar con su vida él mismo porque sino la banda del Jazmín sería quien iría a por él y le mataría porque fue él quien descubrió a la banda el trágico día de la muerte de Antonio y le tenían amenazado obligándole a autoinculparse.

Marcos intentó consolar a Hugo, intentaba calmarle para que no hiciera ninguna locura, intentó acercarse a él para quitarle la pistola, le dijo que si contaba todo lo que sabía le pondría bajo el programa de testigos protegidos, le prometió que no iba a permitir que le ocurriese nada malo, que ahora juntos tenían que vengar la muerte de sus amigos ya que ellos no podía hacerlo.
Hugo tiró la pistola al suelo y llorando desconsolado se abrazó a Marcos fuertemente.
Rodeados de coches de policía y del ruido incansable de las sirenas, pero sobre todo ante la desorbitada mirada de los ciudadanos, Marcos le dijo: Tranquilo Hugo, aquí acaba tu pesadilla, todo irá bien.

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