viernes, 8 de enero de 2010

Una historia por contar II

Allí estaban los tres, dispuestos a tomarse aquel año sabático totalmente imprevisto. Pepe parecía el más convencido de los tres, tenía claro su sueño, pero antes de dedicar el resto de su vida a la arqueología, quería hacer lo que nunca antes había hecho: divertirse. Johnny todavía dudaba de la decisión, sabía que necesitaba más tiempo que la semana que había pasado en España para meditar tras el accidente que había sufrido, pero no sabía si viajar con dos desconocidos sería la opción más adecuada para aclarar sus ideas. Y Pablo, todavía impactado por la amenaza de bomba que provocó el desalojo del avión con el que pretendía ir a Nueva York, tenía claro que Nueva York ya no le esperaba, el destino en el que él tanto creía así lo había querido, pero lo que no sabía era si sería adecuado aplazar tanto el viaje a la ciudad en la que pretendía probar fortuna como actor. A pesar de las dudas, ninguno se atrevió a deshacer los planes que precipitadamente habían programado. Todos ellos estaban dispuestos a coger un vuelo a Cuba, o a cualquier otro lugar cuyo vuelo saliera de forma inmediata, y ese lugar, finalmente fue Bruselas. Rápidamente cambiaron los billetes y corrieron hasta su avión. El avión no tardó más de 15 minutos en abandonar la pista y disponerse a volar. Madrid cada vez se veía más pequeño, y antes de dejar de ver la ciudad por completo, los tres hombres se habían quedado dormidos.

El “Welcome to Bruselas” de la azafata del avión despertó a Johnny, que con timidez despertó a sus otros dos compañeros de viaje. En el aeropuerto, Ramón, el primo de Pablo les esperaba. Los dos primos no se caían bien, Pablo siempre había envidiado a Ramón por ser el más admirado de la familia, mientras que Ramón envidiaba a Pablo por su modo de vida desenfadado y sencillo. Por más que intentaran ocultarlo los problemas de antaño todavía no estaban totalmente enterrados, y la tensión se palpaba en el ambiente. Pero a pesar del profundo odio que el uno sentía por el otro, Pablo no había tenido más remedio que pedir ayuda a su “querido” primo. Tras los saludos y las presentaciones pertinentes, los cuatro hombres encabezados por Ramón, se dirigieron a coger el taxi que les dirigiría a la casa de Ramón, su anfitrión, y hasta la nueva vida repleta de aventuras que habían planeado hacía apenas cuatro horas.

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