Problema de hombres
Veo en las encuestas que la violencia contra las mujeres es el asunto número catorce en las preocupaciones de los españoles, pese a que todos los meses se cuenten con los dedos, y desgraciadamente falten dedos, las mujeres asesinadas por quienes se creen sus dueños. Veo también que la sociedad, en la publicidad institucional y en distintas iniciativas cívicas, asume, es verdad que a poco, que esta violencia es un problema de los hombres y que son los hombres los que tienen que resolverlo. De Sevilla y de la Extremadura española nos llegaron, hace algún tiempo, noticias de un buen ejemplo: manifestaciones de hombres contra la violencia. Ya no eran sólo las mujeres las que salían a la plaza pública protestando contra los continuos malos tratos infringidos por los maridos y compañeros (compañeros, triste ironía ésta), que, si en muchísimos casos adoptan el aspectos de fría y deliberada tortura, no retroceden ante el asesinato, el estrangulamiento, el apuñalamiento, la degollación, el ácido, el fuego. La violencia desde siempre ejercida sobre la mujer encuentra en la cárcel en que se transforma el lugar de cohabitación (hay que negarse a llamarlo hogar) el espacio por excelencia para la humillación diaria, para la paliza habitual, para la crueldad psicológica como instrumento de dominio. Es el problema de las mujeres, se dice, y eso no es verdad. El problema es de los hombres, del egoísmo de los hombres, del enfermizo sentimiento posesivo de los hombres, de la poquedad de los hombres, esa miserable cobardía que les autoriza a usar la fuerza contra un ser físicamente más débil y al que se le ha ido reduciendo sistemáticamente la capacidad de resistencia psíquica. Hace pocos días, en Huelva, cumpliendo las reglas habituales de los mayores, varios adolescentes de trece y catorce años violaron a una chica de la misma edad y con una deficiencia psíquica, tal vez porque pensaron que tenían derecho al crimen y a la violencia. Derecho a usar lo que consideran suyo. Este nuevo acto de violencia de género, más los que se han producido en el fin de semana, en Madrid, una niña asesinada, en Toledo, una mujer de treinta y tres años muerta delante de su hija de seis, debían sacar a los hombres a la calle. Tal vez cien mil hombres, solo hombres, nada más que hombres, manifestándose en las calles, mientras las mujeres, en las aceras, les lanzan flores, podría ser la señal que la sociedad necesita para combatir, desde su seno y sin demora, esta vergüenza insoportable. Y para que la violencia de género, con resultado de muerte o no, pase a ser uno de los primeros dolores y preocupaciones de los ciudadanos. Es un sueño, es un deber. Puede no ser una utopía.
El teléfono en España para denunciar los malos tratos es el 016
este es un vídeo del que han desactivado el código para poder insertarlo, pero al que podéis acceder igualmente.
y este, el blog de José Saramago
III Encuentro Plenario Red de Universidades Lectoras
Hace 14 años
No sé si procede hablar de maltratos o comentar simplemente aspectos de la coeducación. Nos formamos como maestras y maestros y pensamos que nuestro trabajo será tratar con niños y niñas. No sé si somos conscientes de hasta qué punto nuestro proceder docente repercutirá en la vida de nuestro alumnado. No sólo seremos educadores de la infancia de las personas que se sienten en nuestras aulas, sino que formaremos parte del propio desarrollo de las mismas y sus valores y actuaciones estarán directamente relacionados con nuestros valores y nuestros actos. Como decía al principio, nos formamos lo suficiente para dirigirnos a la infancia pero me pregunto si estaremos preparados para hacerlo, cara a cara, a los padres. No alcanzo a entender por qué en los planes de estudio sigue sin incluirse algo al respecto, teniendo en cuenta el compromiso que maestros y maestras asumen con la sociedad.
ResponderEliminarEl problema de la violencia es un problema de la humanidad. La violencia de género es un problema exclusivo de los hombres pero que sufren las mujeres, los niños, las niñas y los adolescentes. Del mismo modo que las féminas han luchado por salir del enclaustramiento y la opresión histórica, han de luchar los varones por salir de esa espiral machista legada de la misma historia que ha condenado a la mujer a sufrirla. Dicen que la propuesta de Saramago de convocar marchas pacíficas por las calles y las mujeres apoyando en las aceras es una utopía, y digo yo: ¿cuántas marchas pacíficas en contra de la guerra, en contra del terrorismo, de los radicales, han llenado nuestras calles? ¿Acaso no merece esta causa un despliegue semejante?
De modo que mi propuesta para acabar con la violencia de género es:
En la universidad: incluir contenidos que ayuden a los futuros maestros a tratar con las familias los malos tratos
En las escuelas: programar la actividad docente con materiales y espacios coeducativos. Praxis coeducativa.
En el gobierno: impulsar medidas para la no discriminación en el trabajo. Evitar campañas hipócritas. Crear leyes que protejan los horarios infantiles, que ayuden a evitar el uso trivial de los malos tratos, etc. Ayudas reales a las mujeres para salir del entorno amenazante.
En la sociedad: movimiento masculino de condena a los hombres violentos y maltratadores. Movimiento de hombres y mujeres para la visibilidad del problema de la violencia.