viernes, 13 de noviembre de 2009

Mi otro yo

Nada, no le salía nada. Felipe llevaba ya tres horas delante de un folio en blanco, y no era capaz de esribir una sola letra. Cada vez que apoyaba la pluma sobre el folio, y parecía que porfin había tenido una buena idea, la descartaba de inmediato por tacharla de trillada, poco original o simplemente mediocre. A sus 27 años Felipe se había dado cueta de que quería ser escritor, le encantaba leer y por eso quería dedicar su vida al mundo de las letras. Se había tomado un año sabático, comprado una pluma muy cara y una mesa de escritorio, y pensaba que el resto vendría solo. Pero ahí estaba él, un hombre demasiado alto, con unas gafas demasiado gruesas y una nariz demasiado grande, sentado ante un folio en blanco. Lo más productivo que había hecho en los últimos dos meses había sido cuidar de su bonsái, nada más.
Empezaba a estar ya harto de ser uno de esos escritores frustrados que jamás consiguen publicar una buena novela. Felipe quería escribir pero no sabía el tema, ni los protagonistas, ni sus motivaciones, ni si era una novela policíaca o romántica. Lo único que sí sabía era que quería desarrollarla en Oslo. Una vez viajó a Oslo con sus padres, cuando sólo era un niño, y quedó maravillado. Cada vez que Felipe se sentía estresado o superado por las adversidades, lo que ocurría con cierta frecuencia ya que tenía tendencia a agobiarse pronto y era algo victimista, cerraba los ojos y se trasladaba a los 9 años, a ese paisaje mágico y nevado que le transmitía tanta paz.
En resumen Felipe era un hombre algo patético, que vivía para su bonsái, sus dos gatos y su novela todavía no empezada. Pero no era ningún infeliz, jugaba con las cartas que le habían tocado, con su apariencia algo excéntrica y su personalidad abatida era, en realidad un hombre contento con lo que tenía, que disfrutaba siendo diferente al resto.

-27 años
-Oslo
-Escritor frustrado
-Bonsái
-Gato

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