Los días pasaban lentos, muy lentos, demasiado lentos. La rutina del trabajo hacía que las ilusiones y esperanzas de que algo extraordinario ocurriera en mi vida, se fueran desvaneciendo. El constante entrar y salir de la gente en la tienda, hacía que los minutos pasaran aún más despacio, como si el reloj se hubiera detenido y el ritmo de los segundos lo marcara un marcapasos de ritmo cansino, monótono, extenuante, imposible de mantener, que me llevaba, sin remedio, hacia el fondo del abismo. Como si de un sauce se tratara, mi vida era un constante río de lágrimas, pero que nunca llegaba al mar.
“La paciencia, la madre de las ciencias…” Madre no hay más que una, o eso dicen, pero esta “madre” a mi, se me estaba muriendo. Muy a mi pesar, podríamos decir que estaba en estado terminal, situación que, no ayudaba demasiado y tensaba aún más las cosas, con aquellos que me rodeaban y que más quería. Todo su apoyo –que era mucho- no bastaba para conseguir escapar de la espiral en que me encontraba. Una espiral como la que encontramos en el caparazón de un caracol y que, desafortunadamente, siempre nos lleva al mismo sitio, al punto de partida, donde tristemente, estábamos al principio.
Y llegó el día. Veinticinco años esperando ese momento. Veinticinco años, detrás de conseguir un sueño, tratando de alcanzar la felicidad y gozar como si fuera una actriz de Hollywood recién galardonada. Mi hijo, por fin, estaba conmigo de nuevo. Regresaba de Florencia. Su exceso de juventud y la falta de fortuna, me lo arrancaron cruelmente de mis brazos. Demasiado castigo, para un error de adolescencia, que le llevó a la cárcel. Ahora sí, ahora podré disfrutar y ser feliz como antes de aquel “error” que marcó nuestras vidas. No es momento de llorar, sino de reír. Empecemos a disfrutar, pero de verdad.
Las características de mi otro yo:
- 25.
- ACTRIZ.
- FLORENCIA.
- SAUCE.
- CARACOL.
III Encuentro Plenario Red de Universidades Lectoras
Hace 14 años
Woow...
ResponderEliminarVeo que tenemos autenticas literatas en clase.
Una narración perfecta que va presentándonos los puntos. Un buen incipit para una novela.
Además, nos deja la posibilidad de elegir entre dos protagonistas.
Y por último sale Florencia... una Florencia distinta a las acostumbradas, oscura, triste y penitenciaria.
Nos tienes que contar cuál es ese delito de juventud.